
Siguen vivos los casi medio millón de muertos y desaparecidos que dejó la dictadura militar de Brasil entre 1964 y 1985. Nadie rindió cuentas al respecto pero las cosas comienzan a cambiar gracias a una película después de medio siglo de silencio
Por Gloria Helena Rey
“Aún estoy aquí” (Ainda estou Aquí), dirigida por el reconocido cineasta Walter Salles y ganadora del Oscar a la mejor película internacional en la edición 97 de los premios 2025, está desatando un nueva lucha por la justicia en Brasil.
Los muertos y desaparecidos durante la dictadura militar brasileña están ahí, en sus familiares y amigos que padecieron el miedo y violentas agresiones durante 21 años y después de 61 años del golpe de estado que derrocó al presidente constitucional Joao Goulart el primero de abril de 1964.
Los militares adoptaron como banderas oficiales el nacionalismo el desarrollo económico y el anticomunismo, reprimieron con severidad a la oposición política, violaron masivamente los derechos humanos y persiguieron y reprimieron a los disidentes, entre otras cosas.
El régimen también censuró materiales que consideraba que iban contra la moral y las buenas costumbres y prohibió su producción, circulación y reproducción. Igualmente la de los libros y autores extranjeros que tuvieran carácter social y político y, prohibió unos 150 libros de escritores brasileños, de ficción y no ficción.
Goulart (1918-1976), conocido popularmente como Jango, gobernó Brasil del 8 de septiembre de 1961 hasta primero de abril de 1964
La película de Salles se centra el asesinato del ingeniero civil y diputado del Partido Laborista Brasileño (PTB) Rubens Paiva en 1971 y concluye con una verdad histórica: los cinco soldados acusados de su asesinato, que siguen vivos, nunca fueron procesados y castigados debido a la amnistía que se les concedió y los cobijó.
Como congresista Paiva se opuso a la implementación de una dictadura militar en Brasil en 1964. Fue detenido por las fuerzas militares, torturado y posteriormente asesinado. Su cuerpo jamás fue encontrado.
Investigadores afirman que Rubens murió en las instalaciones militares, entre el 20 y 22 de enero de 1971, que su cuerpo fue enterrado y desenterrado varias veces hasta que sus restos fueron arrojados al mar, frente a las costas de Rio de Janeiro, en 1973.
La familia Paiva, protagonista de la película, padeció la dictadura como víctima de una violencia arbitraria que cambió sus vidas y la obligó, en cabeza de Eunice, la esposa de Rubens, a reinventarse.
Eunice Paiva (1929-2018), una abogada brasileña y defensora de los derechos humanos, transformó su dolor en activismo y denunció la violencia del régimen bajo el que desapareció su esposo.
“Aún estoy aquí” muestra como Eunice sobrevivió después que los militares llegaron a su casa , se llevaron a su esposo y a ella y a su hija Eliana, de 15 años, al Departamento de Operaciones e información (DOI) del ejército donde estuvo encarcelada 12 días y Eliana 24 horas. Jamás volvió a ver a su esposo.
Tras lo sucedido Eunice estudió derecho y se unió a movimientos que se oponían al régimen militar. Una de las iniciativas en las que participó condujo a la creación de la Ley 9,140 de 1995, que reconoció oficialmente como fallecidas a las personas desaparecidas durante el régimen militar.
No reconocer la muerte de su marido fue para ella “la forma más violenta de tortura que ellos (los militares) pudieron infligir en nuestra familia”.
Una vida
“Aún estoy aquí” está basada en el libro del mismo nombre, escrito por el hijo de Rubens y Eunice, Marcelo Rubens Paiva y los expertos afirman que la obra ofrece la posibilidad de conocer su lucha de ésa familia por el estado de derecho.
La película, como el libro en el que se basó, revivió una lucha nacional por la justicia en Brasil y, con su éxito comercial y de la crítica y su auge y reconocimiento a nivel mundial, está haciendo que sucedan muchas cosas en lo político, social y judicial en el Brasil de 2025,
La premiada producción ha hecho que las autoridades revisen los certificados de defunción de las víctimas para dejar claro que murieron a manos de militares y han reabierto casos sin resolver para ver si están relacionados con el régimen militar.
Además, “Aún estoy aquí” revivió, igualmente, el debate nacional sobre lo que fue la dictadura militar brasileña de 21 años. Desencadenó protestas a favor de las víctimas y el Supremo Tribunal Federal, máxima instancia de la justicia en Brasil, decidió, por unanimidad, revisar si revocaba o no la amnistía de los oficiales del ejército acusados de la desaparición y muerte de Paiva y de otros asesinatos.
Una comisión especial del gobierno reabrió, igualmente, una investigación sobre la muerte en accidente automovilístico del expresidente Juscelino Kubitschek en 1976, alegando que hay indicios de que podría haber sido orquestada por la dictadura militar.
Expertos afirman que el ajuste de cuentas que ha desatado “Aún estoy aquí” podría tener amplias implicaciones jurídicas como la nulidad de la amnistía concedida a los militares acusados, después de medio siglo de silencio e impunidad.
Ambientada en Rio de Janeiro a principios de la década del 70, la película se desarrolla en un periodo de la historia de Brasil conocido como los “años de plomo”, comprendido entre 1968 y 1974, que fueron los de mayor represión, muertes, torturas y desaparecidos durante los 21 años que duró el régimen.
En 1968 se expidió el Acta Institucional Número cinco, AI-5, que marcó el inicio de los “años de plomo”: suspendió el habeas corpus por los delitos políticos, permitió la censura de diarios y libros y llevó al exilio a decenas de intelectuales como a los artistas y compositores Gilberto Gil, Caetano Veloso, Chico Buarque y otros.
Gil y Veloso, que hacían parte del movimiento negro brasileño, fueron detenidos en 1968 bajo la falsa acusación de haber hecho una parodia tropicalista del Himno Nacional de Brasil
Entre los escritores exiliados por la dictadura figuran, entre muchos otros, Érico Veríssimo, Jorge Amado, Darcy Ribeiro, Rubem Fonseca, Caio Prado Júnior, Celso Furtado, Ignácio de Loyola Brandão, Dalton Trevisan, Maria da Conceição Tavares y Olímpio Mourão Filho.
El gobierno de Emilio Garrastazu Médeci, que asumió en 1974, considerado como el peor del periodo, se caracterizó por la represión, violación de los derechos humanos, la tortura y una férrea censura Aplastó la libertad de prensa, de expresión y se estima que unas 400 personas fueron desaparecidas y asesinadas, según historiadores.
El temido AI5 fue revocado, mediante una enmienda, bajo el cuarto régimen militar del general Ernesto Geisel (1974-1979), restauró el habeas corpus y entró en vigor el primero de enero de 1979.
El periodista y escritor brasileño Zuenir Ventura estima que en la década de vigencia del AI-5 se censuraron aproximadamente 500 películas, 450 obras de teatro, decenas de programas de radio, 200 libros, 100 revistas, más de 500 letras de canciones y una decena de títulos y pilotos de telenovelas.
La muerte del periodista Vladimir Herzog en 1975 es considerada por historiadores como el punto de inflexión en el proceso de redemocratización de Brasil. El régimen militar dijo que Herzog se suicidó pero las pruebas concluyeron que el suicidio había sido un montaje.
Eso provocó protestas públicas contra el gobierno militar y su forma de encubrir la tortura. Hubo una huelga de una semana de 30 mil estudiantes y profesores universitarios.
Historiadores afirman que “El Manifiesto de los Intelectuales” de enero de 1977, encabezado por la reconocida escritora brasileña Lygia Fagundes Telles (1918-2022), con más de mil firmas contra la dictadura, fue entregado al Ministerio de Justicia en Brasilia y rompió el ímpetu de la censura.
Como la América Latina de Eduardo Galeano, Brasil tiene aún muchas venas abiertas. Marcelo Rubens Paiva, cuyo libro sobre la forma en que su madre trató la desaparición de su padre fue el que inspiró la película.
Considera que el movimiento a favor de la justicia, generado por la película y su libro “…ha hecho reflexionar a la sociedad, especialmente a los jóvenes, sobre qué tipo de país quieren”, dijo al New York Times.
Según la actriz Fernanda Torres, que interpreta a Eunice y que fue nominada como mejor actriz en los premios de la Academia, la película unió a los brasileños en torno a la idea de la justicia.
“Eso no ocurría desde hacía mucho tiempo: un fenómeno cultural en torno al cual todos estamos de acuerdo en que no es justo, que esta familia no se lo merecía, que este padre no se merecía el destino que tuvo”, dijo Torres al mismo diario. “Realmente estamos viviendo un momento de revolución”, añadió. “La cultura tiene un poder inmenso”.
El ex presiente Jair Bolsonaro dijo que jamás iría a ver la premiada película porque es política, muestra un solo lado de la historia y maltrata a los militares mientras que el actual mandatario Lula da Silva la elogió calificándola de “orgullo nacional”.
También, creo un premio en honor a Eunice Paiva y se reunió, junto con ministros y líderes del Congreso, con sus nietos para una proyección especial.