
Por: Julio C. Garzón
“En la fabrica universal no hay cosa pequeña que no tenga en si todos los gérmenes de las cosas grandes”. Martí, Crónicas (17).
Durante el siglo XX se habló del influjo renovador del modernismo como un hecho principalmente poético en la literatura porque los integrantes de la primera generación de modernistas fueron conocidos ante todo por su poesía: Nájera, Casal, Silva y Martí. El movimiento fue una respuesta renovadora, artística y literaria, al advenimiento del capitalismo en Hispanoamérica y la acelerada transformación de la aldea en ciudad que este trajo consigo, pero no logró apartarse de la idea del arte puro o “arte por el arte”, heredada del realismo y el parnasianismo de fines del siglo XIX. Se pensaba entonces que la prosa, especialmente el ensayo y la crónica difundidos a través del periodismo emergente de la época, carecían de la refinada calidad artística de la poesía por ser formas de escritura “asalariadas”. La verdad es que en su mayoría, aquellos notables poetas fueron al mismo tiempo periodistas y por ende prosistas. Fue el caso de Rubén Darío, los americanos Mark Twain y Walt Whitman o el mismo José Martí.
Aunque Martí es considerado hace algún tiempo el precursor del modernismo en la poesía, hoy puede decirse sin reserva que lo fue también de la prosa. De hecho, su producción literaria precedió la de Rubén Darío, quien publicó Azul en 1888. Sólo hasta la muerte de Martí en 1895 y la de los primeros modernistas, se convirtió el gran poeta nicaragüense en el líder indiscutible del movimiento al que el mismo bautizó. El escritor Diego Parés en su libro Literatura latinoamericana para principiantes, afirma que Rubén Darío reconoció el trabajo de Martí, a quien consideraba su maestro, admitiendo que la prosa martiana estaba llena de vitalidad y de color, de plasticidad y de música. Según Parés, “en ella se transparentaba el cultivo de todas las literaturas antiguas y modernas y, por supuesto, el espíritu de un alto y maravilloso poeta”.
Contra lo que suele pensarse y nos enseñaron, el mayor volumen de la obra Martiana lo constituyen sus escritos periodísticos en prosa, publicados en periódicos y revistas de Estados Unidos e Hispanoamérica. Esta realidad fue más evidente cuando la obra completa del prócer cubano fue compendiada en 28 tomos entre 1963 y 1973 por el Instituto Cubano del Libro, bajo el titulo Obras completas. Un hecho que confirma la capacidad creativa de Martí, quien además hablaba y escribía perfectamente el inglés y era ya traductor a los 13 años. Más de la mitad de esos escritos son 400 crónicas publicadas entre 1880 y 1892, desde Nueva York. Refiriéndose a esa recopilación, Susana Rotker, escritora y catedrática venezolana ya fallecida, en su prólogo al libro José Martí: Crónicas. Antología crítica, afirma que esa masa textual: …“encierra la renovación de la prosa en Hispanoamérica” Diego Parés, ya citado, sostiene que los ensayos y crónicas martianos son tan perdurables como su poesía: …“a diferencia de los modernistas posteriores a él, sus textos resisten la prueba del tiempo”.
En su prólogo, Rotker, parafraseando a Rubén Darío afirma que: …“la crónica fue el laboratorio de ensayo del estilo modernista” y agrega: “fue el lugar del nacimiento y transformación de la escritura, el espacio de difusión y contagio de una sensibilidad y de una forma de entender lo literario que tiene que ver con la belleza, con la selección consciente del lenguaje, con el trabajo con imágenes sensoriales y símbolos, con la mixtura de lo extranjero y lo propio de los estilos, de los géneros, de las artes”. Aunque resulte incomprensible que la prosa Martiana haya sido ignorada por más de un siglo, una cosa es clara según Rotker: …“sus crónicas no fueron mero ejercicio estético o vehículo informativo: fueron, definitivamente, y sin por ello excluir sus poemas o ensayos, su obra literaria”.
Rotker lamenta que la prosa de Martí permanezca aún desconocida y poco estudiada. Una razón para ello, podría ser el carácter temporal de la escritura periodística. El periodismo es un medio de palpar día a día el fluir de una sociedad y lo que hoy es noticia, al día siguiente es historia. Sin embargo, adentrarse en la lectura de las crónicas y ensayos Martianos no deja de ser hoy día, una experiencia enriquecedora, no solo por su valor histórico, variedad de temas y riqueza en detalles, sino por la actualidad de sus ideas y sabias reflexiones sobre la ética, la condición humana y el futuro de Hispanoamérica.
El libro prologado por Susana Rotker, recoge una extraordinaria selección de 14 escritos que abordan con la fuerza del testimonio y agudeza critica, hechos hoy históricos de la nación americana vividos por Martí. Desde la inauguración del puente de Brooklyn en Nueva York, el terremoto de Charleston y la ya mítica fundación de Guthrie, primera capital de Oklahoma, al asesinato del presidente Garfield; la muerte de los poetas Emerson y Whitman, hasta la minuciosa reseña de la primera reconstrucción quirúrgica de un rostro femenino o la muerte de Jesse James, el legendario bandido sureño asaltante de bancos, trenes y poblados. Estos escritos periodísticos están matizados por una visión personal, ilustrada y analítica que incluía la reflexión ética y filosófica de los hechos. Todo eso, por que la modernidad cambió todas las formas de percepción de la nueva realidad.
Esa vitalidad narrativa floreció, pese a las dificultades de este hombre que fue acusado de deslealtad a la corona española, encarcelado y desterrado a temprana edad, cuando apenas asistía a la secundaria de su Cuba natal. Martí, vivió primero en España donde se graduó en Derecho, Filosofía y Letras. Luego en México, Guatemala y Francia, antes de retornar a Cuba de donde fue expatriado nuevamente para ir a Estados Unidos y luego a Venezuela. Ahí Martí enseñó Literatura y fundó una revista literaria de corta duración porque, a causa de uno de sus artículos sobre el dictador de turno, se vio obligado a volver a España y finalmente retornar a Cuba para incorporarse a la lucha. Es en ese ir y venir de agitados exilios y destierros, perseguido siempre por sus escritos que se forjan la vida y la obra Martiana, sin que el autor de los Versos sencillos y Nuestra América, renunciara nunca a su vehemente propósito de lograr la independencia cubana.
Como sucede a menudo en los conflictos sociales, casi ocho décadas después de su muerte, la revolución asignó un nuevo papel a su obra en la cultura cubana y universal. Tal vez sea por eso que en 1967, el escritor mexicano Octavio Paz declaró ser: “Amigo de la revolución cubana por lo que tiene de Martí, no de Lenin”. Y aunque en el presente crece la tendencia a humanizar y desmontar ciertos mitos históricos mediante un tratamiento menos idealizado delos héroes latinoamericanos, empezando por Bolívar y Martí; lo cierto es que el respeto por este y su obra, trasciende la división latente entre simpatizantes pro y contra revolución.
Ciertamente, aunque algunos le consideren un tema trillado, mito o no; la figura de Martí, el líder de la independencia cubana que creyó firmemente en la libertad, la justicia, la tolerancia y la dignidad humana y lo rubricó galopando hacia la muerte, prevalece. El modernismo según Parés era en esencia “una voluntad de renovación verbal” pero en Martí, “se conjugó con un férreo propósito de cambio político”… “Desde entonces fue creciendo en muchos escritores, la confianza en que la literatura podría ayudar a decir quienes y cómo son los latinoamericanos”. Martí no solo luchó contra el dominio español, sino que se opuso firmemente a la intención norteamericana de anexar a Cuba y mantuvo siempre una visión anticolonialista y anti racista, pensando en Hispanoamérica como una patria grande, al igual que Bolívar. Pero nadie anticipó que el Martí de casi toda una vida en el exilio, hoy día más que cubano, se transformara en un latinoamericano universal. Su imagen esculpida en piedra o bronce, se erige en lugares tan distantes de las Américas como España, Bulgaria y Roma entre otros.
En su libro Bolívar y el modernismo, el escritor colombo americano Wilson Anaya, afirma que ya desde el romanticismo, los autores hispanoamericanos “toman como referencia la imagen histórica del Libertador y la incluyen en sus discursos literarios con el fin de reforzar un mejor concepto de identidad nacional americana”. Martí se consideraba continuador de la misión emancipadora iniciada por Bolívar y como éste, soñó con el ideal bolivariano de la unidad continental: “Al igual que el libertador, el poeta antillano fomentó la necesidad imperativa de crear valores educativos de libertad, justicia y solidaridad entre los pueblos de Latinoamérica”.
La muerte cortó la vida de Martí en mitad de su plenitud, el 19 de mayo de 1895. Aparte de su falta de experiencia militar, no está clara aun la razón de su temeraria avanzada en Dos Ríos, acompañado solo por su ayudante y contraviniendo las órdenes del general Máximo Gómez, pero él ya había anticipado su final en batalla, en los Versos sencillos:
“Que no me entierren en lo oscuro
A morir como un traidor
Yo soy bueno y como bueno
Moriré de cara al sol”
Rubén Darío nos dejó un sentido reproche a ese desenlace fatal, en las siguientes palabras: “perdona que te guardemos rencor los que te amábamos y admirábamos, por haber ido a exponer y a perder el tesoro de tu talento”.
Talento. Eso es lo que le sobraba a Martí, quien además de escritor y traductor era graduado en leyes de las universidades de Zaragoza y Madrid, fue profesor de literatura en Caracas, cónsul de Argentina, Uruguay y Paraguay en Nueva York, fundador de revistas literarias y el primer corresponsal de prensa latinoamericano para los diarios: Las Américas de Nueva York, La Opinión Nacional de Caracas, La Nación de Buenos Aires, El Partido Liberal de México y La República de Tegucigalpa, además de colaborador de los diarios neoyorquinos en inglés: The Sun y The Hour.
La obra de Martí influyó también la lengua castellana. Tanto en poesía como en prosa su vigencia es reivindicada, entre otros, por Alejo Carpentier, quien escribe: “Martí se erigió en hombre de su tiempo y de todos los tiempos porque su obra sigue respondiendo a las preguntas que sobre nuestra América nos hacemos cada día”. Preguntas como las que se plantea en Nuestra América, su más influyente y profundo ensayo sobre la urgencia de buscar formas de gobierno acordes a la idiosincrasia de nuestros países, la necesidad de conocerse mejor entre sus pueblos y su preocupación sobre las relaciones con Estados Unidos, país al que describe como “un pueblo emprendedor y pujante que la desconoce y la desdeña”. Según él, esa relación debía darse en condiciones de igualdad y justicia por que según su análisis :“El problema de la independencia no era el cambio de forma, sino el cambio de espíritu”.
Fuentes
Rotker, Susana. José Martí: Crónicas Antología Crítica. Alianza Editorial Madrid, 1993.
Parés, Diego. Literatura Latinoamericana para Principiantes. Era Naciente SRL, 2003.
Anaya, Wilson. La Influencia de Simón Bolívar en el Modernismo Hispanoamericano.
Instituto Nacional de Investigación e Innovación Social, 2019.
Chang, Raquel. Filler, Malva. Voces de Hispanoamérica, Antología Literaria. Heinle & Heinle Publishers, 1996.
Van D., Marteen. José Martí: The end of a Myth?, Literal, Latin-American Voices. 13 de abril, 2012.
Pembroke Pines, Abril 6 del 2021/ Editado: 01/11/2022
Julio C. Garzón: Escritor colombiano residente en Miami y autor de El último éxodo, antología de cuento corto. Ha sido educador, artista visual y periodista. Es miembro de la Tertulia de Escritores Mi libro hispano, la Academia Norteamericana de la Lengua Moderna Internacional ANMLI y el Taller de escritura Palabreros.