
Por Pilar Vélez
El 19 de febrero de 2016 falleció de uno de los intelectuales más reconocidos del siglo, el escritor italiano Umberto Eco, quien además era filósofo, semiólogo, crítico y comunicólogo. Quizás usted, al igual que yo, supo de su existencia a través de las novelas El nombre de la rosa, El cementerio de Praga o El péndulo de Foucault, por citar algunas de las más populares. Lo cierto es que la gran mayoría de los lectores lo conoce por su obra narrativa, pero desconocen la gran bibliografía que heredó a la humanidad en asuntos en los que no muchos estudiosos quieren incursionar, entre ellos el universo de la semiótica. Y no es de culpar, pues hace falta genialidad y hasta un poco de locura para salir ileso de los debates filosóficos y visionarios que a él tanto le apasionaron.
No es difícil imaginar que un personaje como Umberto Eco, con su sapiencia y su experiencia como filósofo, quisiera contestar muchas de sus propias preguntas en torno a la herramienta de su diario vivir: el lenguaje, el pensamiento y más allá: el universo de los signos. Es por esta razón que al hablar de Eco, es indispensable navegar en su mundo y desprenderse un poco de su trabajo narrativo para resaltar los aportes que hizo desde la semiótica.
Entre signos
En su libro titulado Signo, Eco nos presenta a un personaje ficticio llamado Sigma. Un italiano que está de visita en París y sufre de un dolor en el vientre, enfrentándose a un sinnúmero de barreras (signos) para poder recibir atención médica. El relato revela el nivel de codificación de signos en el que vivimos y el papel del signo en la sociedad actual. ¿Cuántas veces hemos sido, como Sigma, extranjeros en un mundo de signos ajenos?
¿Cómo fue que evolucionó nuestro lenguaje hasta convertirse en un multi-sistema de signos tan complejo? Aunque la humanidad ha avanzado en muchísimas áreas, el origen y la evolución del lenguaje sigue siendo un misterio. Sabemos que el lenguaje está conformado por un sistema de signos y sonidos, y que se organiza en tres dimensiones: forma (fonología, morfología y sintaxis), contenido (semántica) y uso (pragmática).
¿Podemos decir que comprendemos plenamente estos niveles cuando usamos el lenguaje cada día?
El mito del lenguaje original
El debate sobre el origen de las lenguas humanas fue tan intenso que en 1886 la Sociedad Lingüística de París decidió cerrar el tema por falta de evidencia científica. Recién en el siglo XX, gracias a avances en genética, psicología evolutiva y lingüística histórica, se retomó la investigación desde la reconstrucción de lenguas madre o “protolenguas”. Pero llegar al lenguaje adámico, al lenguaje primigenio, sigue siendo un mito. ¿Existe una nostalgia en nosotros por ese signo primero, esa palabra original que lo explicaba todo?
Este universo, del cual solo he extraído unas pinceladas y que me ha llevado a desempolvar el diccionario, cautivó a Umberto Eco, quien recorrió su propio camino para aportar su luz, especialmente desde la perspectiva de la semiótica y la filosofía.
Semiótica: entre Peirce y Saussure
A grandes rasgos, la semiótica es el estudio del signo en general. Charles S. Peirce, considerado el padre de la semiótica moderna, formuló una concepción tríadica del signo: objeto, signo e intérprete. Por su parte, Ferdinand de Saussure, desde la lingüística estructural, lo concibió como una asociación entre significante y significado.
Ambos coincidieron en algo esencial: no hay pensamiento sin signos. Pero ¿quién interpreta hoy esos signos que creamos? ¿Cómo sabemos si son entendidos como los concebimos?
Peirce señaló que el signo no necesita parecerse a su objeto ni tener una conexión material, sino ser considerado “tal signo” por un pensamiento. Es decir, el signo vive solo si es interpretado. Esta idea es fundamental para la creación literaria: ¿qué signos sembramos los escritores y qué florece en la mente del lector?
Los símbolos: más allá de los signos
Mientras algunos animales pueden comprender ciertos signos, los símbolos exigen una interpretación cultural. Una bandera, por ejemplo, no solo representa una nación: convoca historia, emociones, identidad. En el mundo moderno, incluso las personas son vistas como marcas. ¿Qué marca eres tú? ¿Los signos que te rodean te representan, o son máscaras heredadas?
La cultura signada
Eco también reflexionó sobre los signos en la cultura de masas. En Apocalípticos e integrados, distingue entre quienes cuestionan el flujo masivo de signos (apocalípticos) y quienes los aceptan sin crítica (integrados). ¿A qué grupo pertenecemos hoy, cuando los signos nos invaden desde pantallas, campañas publicitarias y redes sociales?
Signos para máquinas: la semiótica del algoritmo
Nos encontramos en un punto de inflexión cultural y tecnológico. La humanidad ha creado un nuevo lenguaje, invisible a los ojos, pero omnipresente: el de los algoritmos, los códigos binarios, las redes neuronales artificiales. Vivimos una transformación acelerada donde los signos ya no solo son interpretados por seres humanos, sino también —y cada vez más— por máquinas que operan a velocidades inalcanzables y bajo lógicas que desafían nuestro entendimiento.
¿Estamos creando signos que ya no están hechos para los humanos?
En este nuevo escenario, los signos del lenguaje humano —palabras, imágenes, sonidos, gestos— son traducidos en datos numéricos, procesados por inteligencias artificiales que actúan como nuevos intérpretes. Un gesto de nuestra mano desbloquea un teléfono, una imagen es analizada en milisegundos por un sistema de visión artificial, un poema puede ser leído, clasificado y reinterpretado por una IA generativa como ChatGPT, Gemini o Claude. ¿Es esta una nueva semiosis? ¿Una extensión del pensamiento peirceano, o una ruptura radical?
Eco afirmó que “la semiótica es, en principio, la disciplina que estudia todo lo que puede usarse para mentir”. ¿Puede una máquina mentir? ¿Puede construir realidades alternativas según los datos que recibe? ¿Estamos ante signos mudos para nosotros pero elocuentes para las máquinas?
En el universo digital, los emojis, íconos, memes o hashtags son una nueva sintaxis colectiva. Pero en lo profundo, los signos invisibles —el código, los datos— actúan sin mediación humana. ¿Sigue siendo comunicación o se ha convertido en pura instrucción?
La IA reduce la ambigüedad, pero Eco valoraba la polisemia. ¿Podría la claridad algorítmica empobrecer la riqueza simbólica del lenguaje humano?
Y sin embargo, estas tecnologías abren puertas inéditas: nuevas formas narrativas, análisis de patrones literarios, traducción avanzada. Entramos en una era de semiosis aumentada. ¿Qué haremos con este poder?
Yo, como escritora, no dejo de preguntarme: ¿estoy creando para un lector humano o para una inteligencia que me clasifica, me predice y me replica? ¿Eco habría visto en esta transformación un nuevo capítulo en la historia de la cultura, o una advertencia urgente? Me gusta imaginar que él, con su ironía intacta, habría dejado preguntas abiertas para que otros —como yo— las exploraran con asombro, no como expertos, sino como exploradores de una isla nueva: un mundo donde los signos se reproducen sin descanso, y ya no sabemos si los seguimos leyendo, o si ellos nos leen a nosotros.
¿Quién será el lector del futuro?
¿Qué signos estamos creando hoy que solo serán comprendidos por inteligencias futuras? ¿Quién será el intérprete de los signos que dejamos como legado: otro ser humano, o una máquina?
Quizá Eco habría celebrado este giro como una nueva “aventura del conocimiento”, pero también lo habría mirado con la suspicacia del filósofo que entiende que todo signo conlleva poder, y todo poder necesita límites éticos. Porque, como él mismo advirtió, “la semiótica estudia todo lo que puede usarse para mentir”… y quizás hoy, también, todo lo que puede ser interpretado sin nosotros.
Sobre la autora
Pilar Vélez es escritora, editora y promotora cultural. Nació en Colombia y reside en Miami, donde preside la Hispanic Heritage Literature Organization / Milibrohispano, dedicada a la promoción de la literatura hispana. Es autora de obras en los géneros de poesía, narrativa y literatura infantil, y ha sido reconocida por su labor cultural y educativa. Su curiosidad por el lenguaje, la creatividad y la filosofía la ha llevado a explorar temas como la identidad, los signos y el poder de la palabra en la sociedad contemporánea. Este artículo es fruto de una mirada inquieta, más cercana a la exploración que a la tesis, desde el lugar donde la literatura y la tecnología dialogan.